"Uniforme escolar: ¿a la moda?"



Ha comenzado un nuevo curso escolar y las calles de Songo- La Maya volvieron a llenarse de uniformes azules, amarrillos, carmelitas, rojos…
Son los que usan nuestros estudiantes y eso nos alegra porque es muestra de que el sistema educacional cubano se mantiene. Pero lo que produce un sabor realmente desagradable es la forma en que muchos de ellos usan actualmente el uniforme escolar, o lo que queda de él.  Y es que se ha ido transformando en un intento de acercarse a las tendencias de la moda, sin embargo, esas modificaciones, lejos de hacerlo brillar, pueden deslucirlo.
Pantalones y zayas ajustadas, camisas y blusas cortas, uñas de acrílico con colores incandescentes, los moños de pelo extremadamente grandes, y un montón de accesorios,  lo que hacen es deformar el uniforme y quitarle sencillez.
Puede decirse que en nuestro municipio, son los estudiantes de secundaria básica, pre-universitario y de la educación técnica los que más maltratan el uniforme escolar. Las muchachas, por ejemplo, acortan la falda y entallan las blusas, en tanto, los varones dejan caer los pantalones por debajo de los glúteos para ensañar parte de los calzoncillos mientras la camisa queda por fuera.
¿Y qué decir de los múltiples accesorios que portan los jóvenes para ir a clases?  Pulsos, felpas, aretes, exceso de maquillaje en las muchachas y todo lo que esté de moda, por el simple hecho de impresionar.
Lo complejo del caso, es que muchos han contado con la aprobación de los padres y hasta de profesores. Todo esto hace que se pierda la razón de ser del uniforme en Cuba, que además de identificar  a las diferentes enseñanzas, trata de evitar diferencias demasiado notables a la hora de vestir entre estudiantes con posibilidades económicas distintas. Porque no todos tienen recursos como para llevar al aula un pantalón Levis Strauss o una camisa Dolce & Galbana,  y con el uniforme escolar esas diferencias se hacen mínimas.
Las normas para el uso, cuidado y preservación del uniforme forman parte del reglamento en los centros educacionales del municipio y del país, debido a la incidencia que tienen en la disciplina del estudiantado.
Pero el buen uso de esta prenda tiene que extenderse más allá de la escuela, dondequiera que el estudiante la vista, porque de lo contrario sería un comportamiento de doble moral. Esto no se trata de un capricho de las instituciones educativas, sino de formar valores y maneras correctas de actuación.
Otra cuestión a tener en cuenta es el aspecto de los profesores, quienes deben exigir un uso correcto del uniforme, pero muchos de ellos se visten con “lo último” o llevan a la escuela los adornos y artefactos tecnológicos que les prohíben a sus educandos.
O sea, que no están educando con en el ejemplo a sus alumnos, y esto también influye negativamente en el uso adecuado del uniforme.
A los estudiantes hay que explicarles para convencerlos, para que sepan elegir cuál corte de pelo, adorno o calzado resulta el más adecuado durante los diez meses del curso escolar, sin violar el reglamento. Es ahí donde debe estar la acción de padres, madres, familiares, maestros, directores y la comunidad en general.
Como plantean los psicólogos, más allá de imponerle al estudiante que debe usar correctamente el uniforme escolar debería acudirse a un diálogo flexible entre iguales, donde el joven plantee al profesor cuáles son sus necesidades, y este otro, a partir de ellas, permita algunas libertades.
Sobre el tema existe diversidad de criterios, pero algo es seguro: el mayor peligro de eliminar el uniforme, de permitir que los estudiantes lo usen a su manera y le incluyan los atributos de la moda es, sin dudas, la pérdida de la igualdad. 
Ciertamente la influencia de los estilos de vestir actuales y del gusto personal de cada estudiante, influyen en la manera de usar el uniforme, que quizás debiera renovarse a nivel de país atendiendo a las posibilidades del Ministerio de Educación.
Pero, mientras esos cambios no lleguen, es necesario que el respeto hacia el reglamento disciplinario de las escuelas.


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