Dime cómo te vistes y te diré quién eres



¿Piensas cómo vestirte todos los días?
Para algunos la pregunta puede parecerse a un tipo de síndrome de la Cucarachita Martina aplicada a la moda: ¿qué vestiré?
Mientras tal vez otros, sin detenerse a pensar en el asunto, eligen las piezas al azar y adoptan un estilo que propone el eslogan facilista: “Me da igual”.
Hoy por hoy, no son pocas las personas que afirman que se ha perdido el buen gusto a la hora de vestir, principalmente en adolescentes y jóvenes. Y en gran medida quizás no les falta razón para pensar así.
No es extraño ver por ejemplo que la ropa que se usa para ir a una fiesta en un sitio recreativo, es la misma que se utiliza para acudir a un restaurante, a una boda, al centro de trabajo tanto en horarios diurnos como nocturnos.
Ciertamente la moda impone sus tendencias y estilos, principalmente en los sectores más jóvenes de nuestra sociedad, sin embargo, hay quienes parecen verdaderos bailadores de comparsa o muñecones de carnaval en establecimientos públicos y en momentos que ameritan un atuendo discreto.
De la misma forma, a menudo observamos en los centros de salud y en los educacionales verdaderos excentricismos, aspectos descuidados y poco higiénicos, prendas de vestir que sacan sustos por su extravagancia,…y lo más lamentable es que en esto incurren no solo pacientes o visitantes, sino también el propio personal que labora en esos lugares.
Y es que se ha perdido en buena medida la tradicional elegancia del cubano y la formalidad, sobre todo para eventos y citas solemnes, a la par que se le está siguiendo el juego al desaliño y la chabacanería.
Generalmente elegimos usar lo que nos gusta y construimos nuestra imagen a partir de las influencias de los medios de comunicación, de lo que se vende en las tiendas y de lo que vemos en otras personas.
Con frecuencia, asumimos las modas según nuestras necesidades y la realidad en la que nos desenvolvemos, pero en ocasiones las exageramos.
A los jóvenes generalmente les gusta atreverse con su indumentaria. La reafirmación de una identidad, el simple gusto o sentirse aceptado por los demás, es decir, formar parte de un grupo, son las motivaciones más frecuentes de la juventud para exhibir determinado aspecto.
Por ejemplo, una de las modas masculinas que se ha vuelto parte de la cotidianidad, es la de llevar los pantalones caídos con la intención de dejar ver la ropa interior.
Ya sea en medios de transporte, en las calles, en las actividades culturales y recreativas o en cualquier espacio, puedes verle la marca del calzoncillo a muchos jóvenes que se te cruzan por delante, y no precisamente porque se les olvidó ponerse el cinto.
Para ellos eso es lo que se usa, lo contrario sería cheo y anticuado.
Yo diría que ese es otro capítulo en el debate sobre los límites entre la moda y la ausencia de pudor y decencia.
Pero no solo eso, los uniformes también se han adaptado a los aires de la modernidad. Hoy vemos superminifaldas, blusas pegadas y una enorme cantidad de accesorios en las féminas, mientras en el caso de los varones, camisas por fuera, pantalones ajustados o superanchos con falsos al estilo de las influencias actuales.
Todo esto es un cuadro verdaderamente alarmante. Sin embargo si los interrogas al respecto, responden que así se sienten más cómodos, lucen bien y están ¨en lo último¨.
Te dicen que esa es la moda, y para no quedarse atrás hay que formar parte de ella. Enseñar más o menos, eso lo decide cada cual, pero es otra forma de pertenecer a algo.
Por otro lado, los artistas y grupos musicales también crean patrones estéticos que suelen ser imitados por los jóvenes, puede afirmarse que hay bastante desorientación en este sentido y que existe una cultura de la repetición más que una cultura de la moda, pues en ocasiones para integrarse a un grupo social, imitan a sus representantes.
El aspecto personal es parte del respeto que se tiene a los demás. No se trata de emplear demasiados recursos en nuestra imagen, sino de entender que además de constituir una necesidad social, cuidar la estética es también un valor.
No hay duda de que en esta época que vivimos la imagen se ha convertido en algo muy importante. Y aunque no podemos basar nuestras opiniones en las simples apariencias, la mayor parte de las veces podemos poner en práctica la siguiente versión de un conocido refrán: Dime cómo vistes y te diré quién eres.

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