Todo lo que brilla no es oro



¿Por casualidad eres de los que juzgas o te burlas de los demás por su apariencia física?
¿Te preocupas más por tu aspecto físico que por tus cualidades personales?
¿Escoges a tus amigos o a tu pareja por cómo lucen exteriormente?
¿Crees que es bueno vivir de las apariencias?
Si es así, estás cayendo en una triste equivocación, porque lo importante de las personas no son sus apariencias, sino sus sentimientos.
La definición de la Real Academia de la Lengua nos dice que Apariencia significa el "aspecto o parecer exterior de alguien o algo”, pero, nos agrega que es una "cosa que parece y no es". De manera que la ambigüedad está presente. La apariencia puede ser auténtica o no.
El dilema es: ¿Ser o aparentar ser?
El líder hindú Mahatma Ghandi parecía débil y era fortísimo. El científico Albert Einstein parecía loco y era el ser más racional que haya existido. Aunque los dos se vestían como los demás y aceptaban las normas sociales.
Quizás nosotros creemos que tenemos que parecernos a las normas sociales y patrones del medio ambiente donde vivimos, sin tener en cuenta que es posible destacarnos y ser reconocidos por los demás por nuestros verdaderos valores y virtudes, los cuales van mucho más allá de cómo nos vistamos o arreglemos corporalmente.
Puede decirse que estamos viviendo en la era del parecer. Hay que parecer jóvenes, parecer atractivos, parecer bellas, parecer chéveres. Como si se hubiera impuesto una especie de cultura de la imagen donde lo que más cuenta es la apariencia.
El problema es que en el esfuerzo por aparentar lo que no somos, generalmente dejamos de ser lo que sí somos. Las características que nos identifican como personas están siendo determinadas por ese tipo de cultura que decide quiénes somos, con base en lo que parecemos.
Como resultado ahora vestimos como visten todos, tenemos lo que tienen todos, usamos lo que usan todos y hasta hemos llegado al extremo de adaptar nuestras facciones y nuestra figura a la medida de lo que dicta la moda. De esta forma, quizás nos veamos más atractivos, pero no somos auténticamente nosotros mismos.
En muchos casos, la noción de la belleza externa triunfa sobre la interna, lo que a la larga debilita los lazos emocionales dentro de cualquier relación, o en otro contexto parecido. Cuando realmente lo más valioso en una persona es su personalidad, lo que se esconde detrás de la simple apariencia.

Seguro a muchos nos ha pasado que nos dejamos llevar únicamente por la atracción física hacia una persona, pero cuando queremos entablar una conversación, vemos que detrás de esa figura que nos deslumbró solo hay un terrible vacío.
Recordemos que el cuerpo es sólo el empaque, y que como tal su función es la de albergar lo que somos. Por ello es importante cuidarlo con esmero, pero no convertirlo en la credencial de nuestro valor como personas.
Nos engañamos cuando buscamos en nuestro exterior o en el de los demás lo que debemos encontrar y cultivar en el interior, porque es allí donde está lo que hace a cada cual único e irrepetible.

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