Trabas para la trova en mi pueblo natal
Las calles de mi pueblo natal
llevan las huellas de la trova tatuadas inconmensurablemente en la piel. Cuna,
alimento y abrigo de los acordes tradicionales fue Alto Songo allá por la
década de 1970, cuando los músicos de entonces se reunían en un pequeño local
para compartir la pasión por aquel ritmo 100% santiaguero.
Una
de las imágenes que más atesoro de mis tiempos de niña es la figura delgada y
sencilla de mi abuelo tarareando las letras trovadorescas, guitarra en mano,
con el olor a tabaco y ron, en compañía de los amigos y teniendo como
inspiración a las mujeres. Recuerdo como en su despedida de duelo una voz
hermana le ofreció una canción de la vieja trova, que marcaría eternamente
corazones como el mío.
Los
años han pasado implacables llevándose consigo parte de la memoria de mi
pueblo, al parecer casi nadie siente la necesidad de retornar a nuestras
raíces, de echar un vistazo a las tradiciones, de trasladar a la actualidad los
acordes de un pasado donde la cultura habitaba hasta en la luz de los faroles y
las botellas de aguardiente.
Y
es que hoy ya quedan muy pocos trovadores, desalentados ante las trabas y la
ausencia de un local donde poder cultivar su arte, continúan los oídos sordos
ante sus reclamos y la llama de este género se va apagando entre los seguidores
de la familia Correoso, de los Columbié, de Luis Manuel Amador o de Manet.
Aunque nunca es tarde para descubrir nuestros
orígenes, se va perdido el repertorio y también los exponentes trovadorescos,
solo de vez en cuando surge alguno para amenizar reuniones familiares o
actividades culturales, o hay quien prefiere el parque o las esquinas.
No debemos seguirle el paso al olvido y la
decadencia. La juventud, el desarrollo o la tecnología no pueden absorber por
completo el panorama musical que nos antecedió, no pueden ser sinónimos de
sueños perdidos o nostalgia por un tiempo que no volverá. Todavía quedan los
que no se han dejado seducir por la amnesia, y si los servicios técnicos,
comerciales, gastronómicos o
particulares son necesarios, la cultura también lo es. Si no hacemos una pausa
para mirar atrás, jamás sabremos con certeza quiénes somos y qué dejaremos a
las generaciones que nos siguen.
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