Repensar los estereotipos y tabúes de la vida diaria
¿Alguna
vez has dejado de tomar una decisión o de actuar porque te dejas llevar por
ideas prejuiciados al respecto? ¿Te da vergüenza hablar acerca de cuestiones
relacionadas con tu sexualidad o te cuesta expresar puntos de vista diferentes
a los de la mayoría de las personas? ¿Haces hasta lo imposible por parecerte a
los modelos de revistas o los actores de telenovelas?
Si
es así, te estás dejando influenciar por estereotipos y tabúes presentes en
nuestra cotidianidad. Esas ideas que a veces impiden la toma de decisiones y
regulan muchas conductas.
Lo
preocupante es que tales ideas se ven con más frecuencia de la deseada, y
basándose en ellas, generalmente la familia educa a las nuevas generaciones.
Aunque
algunos tabúes y estereotipos son puras simplezas, otros pueden ser muy dañinos
para el individuo y para la sociedad. Sin embargo, generalmente no tienen ninguna base
científica.
Desde
la antigüedad, han existido creencias de este tipo sumamente negativas para el pleno
desarrollo de la vida y la sexualidad humana. Muchas de los cuales, casi todos
subjetivas y erróneas, tienen que ver
con las diferencias entre el sexo femenino y masculino.
Por
ejemplo que la mujer debe adoptar una postura pasiva en el amor mientras que el
hombre debe mantener relaciones sexuales con múltiples personas.
Estas
ideas justifican la desigualdad y desde
edades tempranas pueden conllevar a la discriminación, la marginación y el
abuso de poder en las relaciones, entre otras conductas negativas.
También
abundan los mitos y estereotipos sexuales que por lo general les trasmiten a
los adolescentes, las personas que los rodean, por ejemplo: que los
intercambios sexuales entre adolescentes son prematuros y afectan su desarrollo,
que la masturbación y el autoerotismo son dañinos para su salud, que las
relaciones coitales están bien para el varón pero no para la muchacha, que los
juegos sexuales entre adolescentes de igual sexo expresan tendencias
homosexuales insuperables, que los grupos
de amistades solo sirven para despertar en ellos ideas y comportamientos
conflictivos e inapropiados, que los padres deben controlar y dirigir
rigurosamente las conductas sexuales de los adolescentes, especialmente las de
las muchachas…
Estos
son solo unos pocos ejemplos de la inmensa lista de prejuicios erróneos que
tienen los adultos con respecto a la sexualidad de los y las adolescentes.
Muchas
veces los padres no se dan cuenta de que sus hijos han adquirido la capacidad
reproductiva, capacidad que suele ser mal manejada porque no se les prepara lo
suficiente para ser capaces de hacer un adecuado ejercicio de sus nuevas
potencialidades sexuales, sin correr riesgos innecesarios.
Por
eso son comunes situaciones como: los embarazos no deseados, la maternidad y
paternidad tempranas, el matrimonio o las uniones consensuales sin la requerida
madurez, los abortos, las relaciones coitales prematuras, las infecciones de
trasmisión sexual y el SIDA, por citar las más frecuentes.
En
un sentido amplio, un tabú es una actividad o conducta que está prohibida por
una sociedad y romper con esa norma es considerado una falta imperdonable.
Los
tabúes entraron a la sociedad para restringir nuestra conducta al igual que los
mitos, pues estos llegan afectar las relaciones interpersonales principalmente
las sexuales.
Por
ejemplo, en nuestras familias la relación cariñosa entre padres e hijos llega a
ser en ocasiones limitada, debido a la presencia de tabúes ligados a la
sexualidad o al incesto.
Los
tabúes también designan objetos que no pueden tocarse, lugares que no pueden
ser visitados, cosas que son sagradas, o prohibidas.
Mientras
que un estereotipo es una idea generalizada de un grupo de personas y es
considerada como patrón o modelo a seguir.
En
el caso de estos últimos, si no los sigues puedes sentirte fuera de lugar.
Por
ejemplo, en no pocas ocasiones nos inclinamos a esconder nuestra verdadera
identidad como persona y hasta sexual por seguir el patrón de la persona ideal,
que establece que “ser mujer” es
igual a estar delgada y bonita, y dedicarse a la casa, y que para “ser hombre” hay
que comportarse de manera machista, tener dinero, o ser mujeriego.
Todo
esto nos da como resultado una ignorancia sobre nuestra realidad, o una falsa
percepción de ella. Valores, actitudes equivocadas que provocan que adoptemos
posturas y conductas negativas que no coinciden con las propias.
Si
aceptamos los estereotipos como guías para nuestro propio comportamiento, eso
impedirá que determinemos nuestros propios intereses y habilidades.
Pero ¿qué
se puede hacer para que tales problemas no obstaculicen nuestra toma de
decisiones?
Solo
hay un camino acertado: tratar de desarrollarnos según nuestras posibilidades y
necesidades particulares, de manera auténtica, asumiendo una actitud positiva
frente a la vida sin seguirle el juego a falsas creencias que provoquen inseguridades, traumas o miedos y nos impidan
experimentar al cien por ciento.
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