Hablando un poco sobre los nombres…
En ocasiones, pasar la lista en un aula puede
convertirse en una verdadera odisea, lo
mismo ocurre muchas veces en los programas radiales y televisivos al momento de
leer saludos y felicitaciones ¿el motivo? Lo raros y complicados de pronunciar
que son los nombres de pila de una gran parte de la población.
Al
nacer, cada ser humano tiene derecho a recibir un nombre, que resulta esencial
para diferenciarlo del resto de las personas. Aunque quizás no sea el único con
esa denominación, pero es necesario ser reconocido con ese elemento
imprescindible para la identidad personal. Odlanier, Aledmys, Usnavi, Olnavi,
Disami. Pudiera parecer algún idioma extraño, pero no es así, son solo algunas
muestras de las extravagancias que pueden poner en práctica los padres a la
hora de inscribir a sus hijos.
No
por gusto los especialistas sugieren estudiar la situación y aplicar normativas
jurídicas más claras al respecto.
Inventar
nombres propios en nuestro país es una práctica común que persigue la
originalidad para llamarse de una manera "única e irrepetible" aunque
muchas veces el vocablo que surge es "impronunciable" y difícil de
entender, según alerta un artículo del periódico Juventud Rebelde.
Las
tendencias incluyen la adaptación de palabras de otros idiomas, la formación de
híbridos con los nombres de los padres, la inversión de palabras y otras
ocurrencias sin explicación.
Como
resultado de las mezclas, hay nombres como Robelkis (Roberto y Belkis),
Migdisray (Migdalia y Raymundo), Geyne (Gerónimo y Nelly), Yaneymi (Yanet y
Mijail) o Mayren (Mayra y René).
La
popular opción de invertir las palabras ha creado otros como Ailed a partir de
Delia; Adianez por Zenaida, y hasta Orazal por Lázaro. Entre los casos más
particulares, están las adaptaciones criollas de términos extranjeros, muchos
de ellos del inglés: Leydi, Maivi, Olnavy, Usnavi y Danyer.
En
Cuba también hay una tradición de herencia de nombres de otras culturas, como
la rusa (Yuri, Boris, Tatiana, Yordanka, Katia), y de usar topónimos exóticos
para el Caribe como Yasnaya, Hanoi o Yakarta. A la hora de jugar con las
palabras, existen casos que combinan pronombres personales como yo, tú y él
para formar Yotuel.
Asimismo
se ha visto la unión del término "sí" o de su pronunciación en varios
idiomas: Dayesí y Widayesí. Los inventos de nombres con la letra "Y"
han sido una constante durante varias generaciones y ya son tradición en el
país: Yanisey, Yumilsis, Yumara, Yosbel, Yadel, Yulieski, Yamisel, Yohendry, Yander, Yunier.
La preferencia ha crecido en cuanto a
apoderarse de nombres de personajes de telenovelas, principalmente brasileñas
de figuras históricas o de quienes tengan una trascendencia en el ámbito
social. También son comunes los nombres de plantas y las flores como Orquídea,
Rosa, Liz…
Aunque
todavía se mantienen vigentes nombres de arraigo cultural y más sencillos como
María o Pedro, se ven con menos frecuencia.
También
se ha olvidado bastante la antigua costumbre de consultar el santoral y de
asignar varios nombres, ya que de hecho
las leyes del país no permiten que una persona tenga más de dos.
Aún
así, el marco jurídico es ambiguo y no ayuda. La
Ley de Registro del Estado Civil Cubano en su artículo 43
señala la libertad de las personas para elegir los nombres, aunque advierte que
en todo caso “debe estar en correspondencia con el desarrollo educacional y
cultural del pueblo y sus tradiciones”.
Más
adelante indica en su artículo 101 que entre las razones que pueden conllevar a
la modificación de nombres está el hecho de que se formen palabras con
características pocos comunes a la generalidad de los utilizados en la
sociedad.
Las
precisiones deben partir desde las normativas jurídicas, y para ello no puede
existir imprecisión en la ley. Cada vez resultan más comunes la incredulidad,
los cuestionamientos, el asombro o la carcajada ante las curiosas
manifestaciones de nuestra enorme creatividad en materia de lenguaje.
Quizás
los padres deben tener en cuenta las futuras consecuencias de nombrar a sus
hijos de manera exótica, esto puede perjudicar la proyección de la personalidad
y contribuir al daño moral de quienes frecuentemente deban explicar su nombre, cómo
se escribe, de dónde lo sacaron y quién lo inventó.
Es necesario reconocer la importancia de los
nombres por la trascendencia cultural e identitaria que tienen. Estos reflejan
la cultura nacional y a la vez características de cada uno de nosotros. El nombre te representa. Tú eres tu nombre.
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