“Dime de qué presumes y…”
Resulta muy común en nuestra
cotidianidad, escuchar que una persona “se cree cosas”, principalmente cuando
se trata de adolescentes y jóvenes.
Esta frase se emplea para
referirse a alguien presumido, vanidoso, que se piensa superior a los demás. También
está relacionado con el hecho de ostentar o alardear de lo que se tiene, ya sea
dinero, belleza, inteligencia, talento...
Con mucha frecuencia en
nuestra vida diaria vemos ejemplos claros de actitudes que reflejan orgullo y
vanidad, asumidas por quienes presumen en exceso de lo que son o lo que poseen.
Esto ocurre lo mismo en las
calles, en los centros laborales y educacionales, que en los barrios y en
disímiles espacios, principalmente recreativos.
Según definiciones: es
presumida la persona que se caracteriza exaltar y comentar todas las virtudes
dice poseer, los logros obtenidos en su vida, los méritos, y también, en el
caso que así sea, los bienes materiales que ostenta.
Desde el exterior, la gente
presumida parece feliz, poseedora de muchas cosas que los demás desean, pero lo
que la mayoría de la gente no sabe es que por dentro son muy distintas.
Las personas presumidas: creen que no reciben
toda la atención que merecen, así que presumen para enviar un mensaje claro.
“Estoy aquí, háganme caso”.
También les importa mucho la
opinión de la gente. Aunque para algunas personas lo que piensen los demás no
importa demasiado y no tiene un efecto significativo en su felicidad; para los
presumidos, es lo contrario. Las opiniones ajenas son esenciales para ellos y
si fallan en caer bien, se pueden sentir muy mal. Esas actitudes lejos de
agradar a otros, generalmente causan el efecto opuesto.
La persona presumida por lo
general es orgullosa, aparenta tener un alto concepto de sí misma y la certeza
de que todo lo hace bien y no hay nadie
mejor que ella.
Tampoco escucha, siempre
habla y minimiza el aporte de los demás. Es quien pasa primero, se ubica
primero tratando de hacerse ver y decir lo que tiene que decir porque se cree
superior.
El presumido alardea de
tener la familia perfecta, los amigos perfectos, la mejor casa, la mejor
pareja, las mejores notas o el mejor
trabajo y el sueldo más alto. No es extraño que con esta actitud, el presumido
trate de quitarle méritos a quienes estén a su alrededor, porque de este modo
se destacará por encima del resto.
Del mismo modo, cuando una
persona se ocupa en exceso de su aspecto físico, de su imagen, de estar siempre
impecable, con buena ropa, buen olor, entre otras cuestiones, también decimos
que es presumida.
Esta actitud se identifica
con la vanidad, porque las personas vanidosas son muy egocéntricas y
presumidas, creen que se lo merecen todo, que las cosas les caerán del cielo y
descuidan su futuro.
Semejante conducta, eneralmente es un gran
error y conlleva numerosas consecuencias.
Por ejemplo se pueden dañar las
relaciones interpersonales, y perder amigos, generar conflictos familiares o
sociales, también puedes ser blanco de envidias exageradas y críticas
destructivas.
Decía El Quijote: "Yo
sé quién soy", pero precisamente uno de los efectos de la vanidad y la
presunción es que no nos dejan ver ni ser quiénes realmente somos… es más, a
veces nos hace ir por caminos totalmente ajenos a nuestra forma de ser, empujados por una fuerza interior que no nos
deja ceder.
Probablemente no hay nada más chocante que una
personalidad "inflada" o quienes presumen constantemente sus propios
logros, cualidades y posibilidades.
En nuestra realidad se
hace muy evidente la influencia de culturas extranjeras, que nos hacen creer
que valemos por nuestra ropa, por estar a la moda, por lo que tenemos... Pero
precisamente toda esa cultura es la llave al gran vacío interior que comienza a
caracterizar a muchos de nosotros.
Es fácil caer en la
tentación de "lucir" en cualquier circunstancia: al entrar a un
restaurante, al ir a una fiesta... A veces podemos pasar muchísimo tiempo
tratando de encontrar la ropa, accesorios adecuados, y podemos caer en la
afectación en nuestra postura y tratar de cuidar cada palabra.
Esto también con frecuencia
puede quitarnos totalmente la espontaneidad y la frescura haciéndonos
insoportables,…y entonces logramos exactamente el efecto contrario de lo que
queríamos, en lugar de agradar desagradamos.
La persona humana está
dotada de inteligencia, cualidades y habilidades. Entonces ¿para qué convertir
nuestra vida en una eterna competencia?
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