Los quince masculinos: ¿una nueva moda?



Yandel cumplirá en unos días 15 años, ante los ojos de muchos dejará de ser un niño, y aunque para él la fecha no tiene demasiada relevancia, sus padres quieren celebrar la ocasión por todo lo alto, con fotos, fiesta y paseos.
Historias como  esta se van haciendo cada vez más comunes en los hogares cubanos, incluyendo a los songomayenses. Pues desde hace poco tiempo, ha surgido una nueva tendencia de festejar el decimoquinto cumpleaños de los adolescentes del sexo masculino. Los llamados quince, al menos en nuestros días, ya no son exclusivos de las muchachas.
Existen referencias muy diversas sobre cuál es el origen de estas fiestas. La mayoría de los expertos parecen coincidir en que la génesis de las fiestas de quince —tal y como las conocemos hoy— está en la etapa precolombina, con la sincretización de las costumbres europeas de presentar a las jóvenes en sociedad y los ritos de iniciación de la mujer en la cultura azteca.
Con el paso de los siglos, la celebración se consolidó en México en todas las clases sociales y continuó ganando adeptos en el resto de Latinoamérica, España y algunas comunidades hispanas de Estados Unidos.
Hoy el cumpleaños número 15 permanece impregnado de simbolismo y suele ser un onomástico de gran significación para los adolescentes, fundamentalmente las jóvenes, en países como Argentina, Puerto Rico, República Dominicana, México y, por supuesto, Cuba.
No existen muchos referentes que expliquen cómo esta tradición se insertó específicamente en la sociedad cubana. Los primeros casos registrados en la prensa nacional datan de los años 50 del pasado siglo.
A partir de esa década la celebración se manifiesta como un ritual muy parecido al que tiene lugar hoy día. O sea, el cumpleaños número 15 viene a ser el pretexto para que las muchachas comiencen a participar de la vida social, hablándose de ellas como la nueva generación o la nueva promoción social.
Actualmente, es imitada la ritualidad existente en el mundo desarrollado en relación con estos acontecimientos: la ostentación, los salones, todo ese protocolo que se trata de reproducir.
Para algunos sexólogos,   no es raro que hembras y varones asuman prácticas cada vez más similares, entre ellas la forma de celebrar sus 15 años. El desarrollo social y la cultura van favoreciendo cambios importantes, y la masculinidad, al igual que la feminidad, son construcciones del ser humano, absolutamente cambiantes.
El hombre ha cambiado su visión y su imagen corporal. Han surgido los llamados metrosexuales, que se depilan, se arreglan las cejas y las uñas, usan un tipo de ropa que no era el que habitualmente había estado consignado para ellos.
El mundo ha avanzado en otra dirección y los presupuestos que hacen que un hombre construya su masculinidad, o la mujer su feminidad, son diferentes.
Según afirma el Doctor en Ciencias Históricas Julio César González Pagés, coordinador general de la Red Iberoamericana de Masculinidades, en Cuba ocurre un fenómeno globalizado.
No es que los hombres se hayan feminizado. Lo que sucede es que hay conductas que están más ancladas tanto en mujeres como en hombres, sin tener que ver precisamente con prácticas sexuales. Solo son estéticas del siglo XXI.
La población no debe alarmarse por este fenómeno. Las modas se parecen a los tiempos.
Los jóvenes eligen códigos que muchas veces se valoran superficialmente porque tienen que ver con ese momento de la vida. De forma general  todas estas transformaciones pueden ayudar a una nueva conformación de una masculinidad mucho más equitativa hacia la feminidad.
En el caso de los quince, estos han quedado marcados como una edad simbólica que puede celebrarse tanto en hombres como en mujeres.
Ahora, quizás la parte negativa sea la de vender esa imagen en que, para conseguirla, la familia gasta mucho dinero comprando ropa o cosas innecesarias. Esto solo sirve para frivolizar la edad, tanto en muchachas como en muchachos.
Las críticas que ha tenido este fenómeno están dadas por el derroche de recursos que a veces hacen los padres, que implica para algunos años de sacrificios.
También porque en torno a esta celebración se ponen de manifiesto las diferencias económicas entre los distintos estratos que componen nuestra sociedad, y los adolescentes que no tienen los medios para sostener una celebración de este tipo pueden desarrollar un sentimiento de inferioridad
No se debe censurar el festejo, sino reconceptualizarlo. Que los regalos sean mucho más prácticos, y hagan a los adolescentes más responsables ante la nueva etapa de su vida.
No es un problema que se celebre la llegada a los 15 años en ambos sexos, siempre y cuando la escuela, la familia, los medios de difusión masiva y todas las influencias que existen en el proceso de educación de la personalidad en estas edades, conduzcan a nuestros adolescentes y jóvenes a comprender y valorar que “lo esencial es invisible para los ojos.

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