Amores que matan...
Hace
un tiempo presencié una escena lamentable en una de las actividades de fin de
semana: una pareja estaba peleando, y de repente el hombre, bastante borracho,
le dio varios golpes a la mujer. Ella no le dijo ni una sola palabra, se limitó
a mirarlo con rencor y luego comenzó a llorar, pero al final todo quedó como en
casa.
Enseguida
se escucharon los comentarios por parte de quienes me rodeaban: la mayoría dijo
frases como “qué clase de paliza”, “esa seguro es tremenda descarada”, “al
parecer ella se lo buscó”, “bien merecido se lo debe tener”… y otras cosas por
el estilo, mientras muy pocos desaprobaban la acción tan violenta que
acabábamos de ver. Por mi parte, me limité a afirmar que yo en lugar de ella lo
acusaría en la policía, que jamás permitiría que abusaran así de mí. Algunos me
respondieron que cuando uno se enamora, aguanta eso y más. Pero no comparto
semejante forma de pensar.
Me
sorprende que en pleno siglo XXI, cuando se aboga a nivel mundial por erradicar
la discriminación de género y la mujer ha alcanzado un protagonismo elevado en
prácticamente todas las esferas de la sociedad, haya todavía quienes pongan en
práctica o justifiquen la violencia contra las féminas.
Se define como violencia contra la mujer: todo
acto de violencia basado en el género que tiene como resultado posible o real
un daño físico, sexual o psicológico, incluidas las amenazas, la coerción o la
prohibición arbitraria de la libertad, ya sea que ocurra en la vía pública o en
la vía privada.
¿Cuántas manifestaciones de este tipo vemos a
diario en nuestra cotidianidad?
Lamentablemente
en su mayoría pasan desapercibidas, y ni siquiera las víctimas tienen
conciencia de que lo son, y mucho menos piden o buscan ayuda.
La
violencia no es fácil de identificar, sobre todo porque las normas, valores,
creencias, estereotipos y actitudes que aprendemos desde niños, y que son la
base de las desigualdades de género, suelen legitimar los comportamientos
agresivos.
Según
la Organización de Naciones Unidas, alrededor del 70 por ciento de las mujeres
han sido agredidas alguna vez en su vida. Se reconoce, además, que
aproximadamente dos millones de personas son víctimas de la trata y la
prostitución forzada, en condiciones que asemejan la esclavitud, cifras en las
que ellas representan el 80 % de las víctimas.
En
el caso cubano, la agresión física es totalmente castigada por la justicia. A
pesar de ello, aún no existe una regulación específica que proteja a la mujer
de los maltratos no físicos.
En
nuestro país, las féminas agredidas pueden acudir a cualquier bufete colectivo,
donde se les brinda información y las indicaciones pertinentes ante cualquier
caso. También pueden visitar las Casas de Orientación a la Mujer y la Familia,
pertenecientes a la (FMC), una institución presente en Songo- La Maya, que
cuenta con el personal calificado para responder a una tarea de este tipo.
Lo
más importante es que la mujer adopte conciencia de que es víctima de maltratos
en cualquiera de sus manifestaciones, y que “muchas veces por miedo no llegan a
reconocerlo.
Como
sociedad humana que somos, la violencia debe ser un hecho condenado y mitigado
con nuestros propios esfuerzos; tanto desde la posición educacional como
social, institucional e individual. Porque la mujer no es un simple objeto, o
una propiedad de la que se pueda disponer y abusar, sino que merece todo el
respeto posible, lo mismo que el hombre.
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