Hablando de piropos


¿Quién no ha dicho, recibido o escuchado alguna vez un piropo? Que no solo puede ir dirigido a las representantes del sexo femenino, sino también a los hombres. Esta frase de elogio puede resultar común, pero detrás de ella hay algo más que sentimientos de admiración o amor. Hay además elementos históricos y socio-culturales que se han trasmitido a través de varias generaciones.
 El origen de la palabra proviene del griego “pyropus” que significa “rojo fuego”. La historia cuenta que los romanos utilizaron esta palabra para referirse a las piedras finas de color rojo como el rubí.
El rubí entre los amores romanos era la piedra que significaba “corazón,” la que el amante (adinerado) obsequiaba a la novia en señal de entrega afectiva.
Los que no tenían “con qué” acceder a tal acto, “usaban” palabras bellas y emotivas como metáfora de aquella entrega.
A partir del siglo diecisiete comenzaron a usarse como actualmente se conoce, es decir como “una forma de llamar la atención de una mujer o una forma de expresar lo que despierta la belleza de esa mujer que pasa”, y se utilizaron en poesías y relatos.
El piropo se define como una expresión de admiración. Generalmente es una muestra del sentir del hombre hacia la belleza del sexo femenino…
Aunque con la emancipación de las mujeres en los últimos años podemos registrar piropos dirigidos a los hombres.
El piropo puede ser algo más que una frase ingeniosa. A menudo es también un gesto.
El piropo existe en todos los países del planeta, de forma más o menos graciosa. Normalmente es improvisado, y los hay de todo tipo, graciosos, simpáticos, los que te hacen sentir especial…
Pero a veces pueden ser groseros o de mal gusto.
Los buenos piropos tal vez sean una manera de iniciar un romance o una relación amorosa, mientras que los piropos vulgares arruinan todo posible acercamiento.
Hoy en día, el piropo es mucho más atrevido que antes y su uso está decayendo, tanto del callejero como del literario. Debido esto en gran parte a la forma de vivir… a la prisa de la vida moderna. Los gustos han cambiado y la estrategia del amor también.
Está perdiendo espacios porque piropear con elegancia o con poesía para muchos resulta cursi o pasado de moda.
Antes era común comparar a la mujer con una flor, paloma, diosa, estrella, etc.
Hoy estas denominaciones resultan casi ridículas. La mujer es comparada con un tren, un camión y otros objetos, lo cual puede ser un reflejo de machismo.
Lo más importante no es de qué tipo sean. Para que existan hacen falta un hombre, una mujer, y el deseo de que la otra persona se entere de lo que nos inspira su apariencia y actitud al pasar. Lo demás depende del piropeador.
Un buen piropo puede convertirse en el punto de partida de un día agradable, o la motivación extra para reconfortarnos con nosotros mismos.
Pero recuerda que un piropo no es suficiente. En el mejor de los casos conseguirás captar la atención de la persona en cuestión, pero será entonces cuando deberás hacer uso de temas de conversación, y mostrar tus virtudes.

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